jueves, 20 de noviembre de 2014

UNA HISTORIA PARA PADECER TERNURA

Comencé a leer el libro en el colectivo, disperso, me cuesta comprometerme con la lectura, lo siento ajeno, sonidos molestos, la gente que habla. Cuando comprendo la situación del texto me pierdo en el. Bajé del colectivo y casi me chocan, el momento del abrazo fraternal me había comprado, recordé a mi hermana menor, terca como ella sola pero nunca más que yo, y mi vinieron a la mente muchos abrazos, en los que también corrían lagrimas. Caminé sin mirar hacia adelante y cuando lo hice estaba frente a mi casa. Cuando leí “ejercito infantil de resistencia” me enternecí, pero esta emoción se mezclo con un sentimiento de miedo protector, porque entendía lo peligroso que era el contexto.
“Podíamos parecer niños cualquiera, o incluso niños perturbados, pero nosotros eramos pequeños combatientes”. Cuando me encuentro por fin con el titulo de la novela siento una satisfacción, hasta sonrío levemente, ya había paseado por el parque de este texto y ahora me encontraba cruzando la puerta y con ganas de seguir avanzando. Siento constante ternura por la planificación del personaje principal, siento que empiezo a pensar como un niño y me desentiendo del mundo en el que ahora con 18 años estoy entrando, el de un hombre. Empiezo a encontrar mas lógicos a los chicos que a los adultos que los rodean.

Me está molestando la actitud pasiva de los tíos, nunca toman las riendas del asunto, parecen postes, ceros a la izquierda, solamente repiten como loros, “psicólogo, psicólogo”, esto me irrita. La abuela de la niña empieza a darme mucha curiosidad, se presenta como una persona fuera de sus cabales en el texto, pero yo sé que esconde mucho más de lo que se ve. En la chica noto una idea demasiado romántica sobre la guerra y la militancia, una idea que claramente carece de experiencia y que solo habla por boca de otros. Habla como si supiese de algo que solo se imagina.
Cuando Leí de la tristeza de los hermanos en la pagina 26, sintiéndose responsables de que su “compañera” la asistente social no hubiese llegado, y además intentando imaginársela segura en una casa me dolió el alma, la inocencia de ambos, que sin haber visto siquiera a su asistente ya daban por sentado que era un camarada, las culpas empiezan a ser muchas y los veo muy superados, me angustio, me desespero y empiezo a sentir impotencia, me invade una mezcla de ternura y tristeza. Me subo al tren de esta historia y parezco ser el único que ve el pozo al final, y también el único que no alcanza los frenos.

Me río mucho con la religión que inventaron los chicos, además parece ser que consiguieron seguidores. Los rituales, las mañas, estos chicos me sorprenden, el texto sigue y toma un poco más de color, me olvido un poco de los problemas y empieza a tener más luz todo.
Me vuelvo pasivo hasta que veo que la abuela empieza a cantar una canción de los montoneros y que la otra hace palmas, entendí allí el pasado de ambas, que ya era previsible pero ahora se hacía mas presente que nunca, los chicos se ilusionaban más con la revolución y ahora la cantaban a escondidas como locos.
Cuando la abuela dijo “vinieron” de verdad sentí el momento, la tensión, la desesperación que encima había que ocultar en silencio, era como esa pelota que pego en el palo con la que casi te empatan. Amadío no lo entendería, no mira futbol, o capaz lo aborde desde alguna experiencia personal y si, no lo sé.

Los inventos con los que sueña la chica son impensables pero divertidos. Me desentiendo de la chica, por momentos tengo que verla con ojos de adulto, por momentos con ojos de niño. Por fin entiendo que es mas niña que mujer, pero me costó.
Siento que la niña se siente sola. Dice que Verónica, un persona ficticio, era su mejor amiga, que se sentía muy identificada, y que si se conocieran se entenderían muy bien. De verdad la veo necesitando una amigo, además de su incondicional hermano.
Llego una vieja amiga de los padres de la niña y el niño, no me pareció gran cosa, hasta que dijo que no sabía, donde estaban, quienes se los habían llevado, ni si estaban vivos. Me resulto muy crudo para los hermanos, sobre todo para el más chico , y al igual que todos en la casa después des escuchar esas palabras, yo también me quedé duro y tenso en la lectura.

Que coincidencia, justo cuando descubrí que necesitaba una amiga apareció, eso me alivió, y la historia del padre fue conmovedora, pero no pasaron 2 hojas que la amiga se mudó, eso me dejó insatisfecho. El libro se torna más difícil de disfrutar, a pesar de los lindos momentos parece que nunca sale nada bien, no me gustan los finales felices, pero que toda la historia sea angustiante lo vuelve un poco denso, además estoy ansioso por encontrar ese gran problema que vuelve interesante a todas las historias. Me conmueve también que haya invitado a los 3 hermanos, hijos del montonero, y ver el buen corazón de la niña. Cuando leí que el hijo del montonero no fue más a la escuela abrí los ojos grandes y me imaginé 100 finales horribles para el chico, todo esto involuntariamente.
Odio el ingles, pero se ve que ella no. Cuando vi que no querían que vaya más no sabía por quien sentía más pena, si por la opinión muerta de la señora que le enseñaba o por la chica. Recordé en ese momento que también fui marginado por mi entorno alguna vez por mi nivel económico o mi posición social, y es doloroso por que no depende de uno y además por que no debería ser motivo para disgregar a nadie.

Cuando leí que en el fondo ella esperaba un encuentro con “el enemigo” quede mal, y leer que suponía que después de ver a sus padres (que parecía darlos por vivos sin saber) tal vez la dejaran ir por ser mujer me dolió más todavía, la inocencia ciega de realidad empezaba a espantarme, me ponía nervioso ver lo equivocada que estaba.
Leer la palabra colonia me trajo miles de recuerdos que se empujaban por llegar a mi cabeza, después de unos minutos los reprimí para continuar con mi lectura, pero no paraban.
Cuando la chica que se los llevaba el fin de semana, amiga de sus padres, les dio el libro estando en su casa, con los riesgos que había implicado regresar a buscarlo me llené de orgullo.
Esta mujer de los ojos celestes era la realidad que le estaba faltando a estos chicos, que vivían de ilusiones y especulaciones. Era sincera, y cruda para decir la verdad, me gustaba su carácter, pero también temía por ella, era muy directa y se notaba de lejos que era una “subversiva” para los uniformados. Cuando la chica se va a Tucumán, los nuevos personajes me marean un poco y me descoloco de la historia. El hecho de que no existan nombres para los personajes y solo se los presente como vínculos familiares hacía que se me enredaran más las ideas.
Siento que la abuela de la niña es muy prejuiciosa, y que está resentida con la familia, que por eso habla tan mal de ellos.

Que ella se enamorara me trajo muchos recuerdos, y me pareció muy divertido porque además ese tal Diego al parecer tenía menos conciencia que un mosquito.
Cuando leí el ejemplo que iba a darle la chica a su tía, “imaginate que te enamoras de un nazi” estallé. Me reí solo y de nuevo sentí esa ternura por la inocencia.
Cuando leí que la abuela que estaba en Tucumán se había muerto no lo podía creer. El texto ni me había preparado, estaba leyendo muy rápido y cuando leí “muerta” paré, y volví atrás para ver si había leído bien. Fue un golpe muy bajo y me hizo recordar a mi abuelo.
Me puso mal ver que los hermanos rifaban sus cosas para los soldados de Malvinas... sabía que no iban a llegar las cosas que le compraran.
Bueno, el final fue bastante fuerte, pero era hora de admitirlo, me alegraba que ella lo hubiese podido asumir, pero ella era más grande, su hermano claramente no estaba preparado, creo que se equivoco, pero bueno. Me gustó mucho esta historia, es muy angustiante igual, llega un momento que te empieza a deprimir que nunca se acabe la mala leche, pero de todas formas me pareció excelente y fue un gusto leerla.

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