domingo, 7 de abril de 2013

Había una vez - Dante Roca





Desde muy chiquito me leían bastante, especialmente cuentos clásicos. Pero empecé a leer por mi cuenta más o menos a los cinco años.
Casualmente, el primer libro que leí, fue uno de una colección que se justamente se llamaba “Había una vez”. Hace poco los encontré, y los volví a releer.
No me acuerdo precisamente qué libros leí a esa edad además de esos; sé que me enganchaba con varios, pero el libro que más me gustó durante mi infancia fue uno llamado “El señor de los ladrones”. Me quedé maravillado con ese libro, lo leí una y otra vez y creo que es el libro que más me gustó de todos, incluso compite con los actuales.
También me gustó mucho la saga de Harry Potter, nada original.
Otros libros que me acompañaron en mi infancia, fueron colecciones que había merodeando por mi casa de mitología griega, u otros. Siempre los que más me gustaron, eran los que trataban sobre alguna leyenda, como la del puma (Los ojos del Puma) y la del mar salado (El molino del diablo, el cuento, no la novela). Esos dos son los que más recuerdo.
Iba creciendo y me iba costando abandonar los libros infantiles, pero después de que ya me parecían muy tontos no me quedó otra que aceptarlo.
Una gran ayuda, fueron los libros que mandaba el gobierno. Creo que leí todos, menos los de poesía que no me interesan, pero esos los regalaron más de grande.
Entre libros y libros, fui descubriendo mi afición de escribir. Siempre escribía cuentos, desde muy chico, que aunque terminaban en la basura, todavía quedaron un poco en mi cabeza.
Hubo un tiempo en que no me llamaba la atención la literatura, hasta primer año que nos hicieron leer “La Odisea” que me encantó. Ahí la retomé un poco, y hasta pedí que me compraran La Ilíada de tanto que me había gustado (me dijeron que tenía algo que ver). Pedí que me lo compraran pero solo consiguieron una versión muy cara. Cuando convencí a mis papás, me lo compraron, y lo perdí. Me parece que nunca se enteraron.
Aunque no leía muchísimo más de lo que nos mandaban en la escuela o de lo que regalaba el gobierno, ahí empecé a leer un poco más que antes.
Una vez encontré un libro de cuentos “Final del juego” de Cortázar, que contrariamente no fue un final, sino que me animó otra vez a seguir con la literatura. No llegué a leer tanto como de chiquito, pero a partir de ese libro no sé por qué, me empecé a amigar mucho con los cuentos, más que con las novelas u obras de teatro. Lamentablemente más de la mitad de las novelas que empiezo a leer las dejo por la mitad, porque las olvido y quedan ahí al lado de mi velador guardando silencio. Por eso, los señaladores se están apoderando de mi casa. Si las vuelvo a leer, las leo desde el principio, pero las vuelvo a abandonar probablemente. Y es así como a veces una novela tarda en ser leída un año. Esa es otra razón que favorece mi amistad con los cuentos.
No suelo leer de un mismo autor, así que no tengo uno preferido.
Tengo cosas que quizás son bastantes extrañas para un lector. Por ejemplo, me encanta una vez terminado un libro, especialmente con los cuentos, volver a leer las primeras palabras, que a veces se convierten en párrafos, en páginas y en alguna ocasión acabo leyendo dos veces el libro.
Aunque según entendí, no es algo que debería hacer, me encanta buscar cada una de las palabras que no conozco, o vagamente,  en el diccionario, aunque no haga falta para comprender el texto.
Otra curiosidad, es que en mi casa hay un cuarto lleno de polvo que solamente tiene cosas que solamente están ahí esperando a ser donadas o a llenarse de polvo. Entre estas cosas viejas están los libros que leí de chiquito. A veces cuando estoy aburrido, voy a ese cuarto y agarro libros que leí de chico, y los releo como volviendo a tener 6 años.
Si bien disfruto de la lectura, creo que mi ambición más que seguir leyendo es ser leído, así que espero algún día llegar a ser un buen escritor.
Por suerte para escribir, no hay ningún señalador que me lo inhiba.

1 comentario:

  1. Y este es uno de los "peligros" a los que se exponen los lectores que hacen de la lectura una tarea activa, participativa, creadora. Leer conduce a escribir del mismo modo en que la escritura nos lleva a leer; interactúan, se complementan y modifican. Tareas fascinantes, provocadoras, apasionantes y, muchas veces, reveladoras de nosotros mismos. Leer está íntimamente ligado a escribir, son dos caras de la misma moneda; es imaginar, contar, comunicar, relatar, acercar, investigar, enjuiciar, opinar. Transformarse al transformar el mundo que leemos y escribimos.
    Recuperar con esta tarea algunos tramos de este recorrido es regresar al punto de partida para comprender cómo, para qué, porqué, cuáles son los sentidos de aventurarse en la literatura.
    Gracias por compartir.

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