jueves, 11 de julio de 2013

Pollerapantalón

Me levanté a trompicones pateando el dolor de cabeza, como pude me llevé hasta el baño y me paré en frente del inodoro desbebiendo toda la noche anterior. Cerré mi cremallera, ¿Por qué el pantalón se sentía tan ajustado?  Rápidamente me lo quité para dejar respirar mi piel ahogada.
Volví con desconcierto a la cama para calmar la puntada que sentía en mi sien, me arrojé sin pensarlo al colchón y noté a mi lado algo de lo que no me había percatado antes, un cuerpo dormido bajo las sábanas. Cómo era posible que no recordara a aquella persona? Quizás eso explicaba el ceñido jean. Decidí despertarla y comencé a acariciar su pierna que parecía exageradamente tonificada, continué subiendo mi mano hasta encontrar su sexo. Mi grito resonó tan fuerte que reavivó al muchacho de un salto.
-¿Quién sos? ¿Qué haces acá?
-¿Vos quién sos y dónde está Andrea?- Hasta ese momento no se me había ocurrido pensar  en mi procedencia, lo único que podía recordar era aquel nombre: Andrea. Estaba en todos lados, en cada parte de mí como gritándome algo que no podía comprender pero que sonaba familiar, algo intrínseco.
El dolor de cabeza aumentaba mientras trataba de pensar en ese nombre, en mí, en el hombre de la cama. Tenía muchas preguntas, muchas dudas y pocas certezas. Mire a mi alrededor, a la habitación de paredes anaranjadas, había una mesita llena de pinturitas, aritos y más chirimbolos femeninos. Había fotos. De repente, las caras que allí aparecían cobraron sentido, los conocía era indudable, surgían nombres y títulos. ¿Qué hacían ahí?
De repente, el sonido de la puerta cerrándose bruscamente me sacó de mis pensamientos, ni siquiera se había despedido. Me dirigí hacia la sala, en el momento en el que el contestador de mi celular se prendía diciéndome “Hola Andi, soy yo, Pablo, pasó algo raro ¿Por qué cuando me desperté no estabas? Y ¿Por qué había un hombre a mi lado preguntándome quién era? Yo, yo…yo no sé qué pasó, necesito verte.”
Y si algo podía confundirme más era ese mensaje, cerré los ojos procurando calmarme unos instantes, pero no funcionó, seguía sin tener una identidad, seguía sin reconocerme. Decidí recorrer la casa, continuar buscando aquellas pequeñas cosas que me resultaban conocidas.
Me encontré con un gran closet, cuando lo abrí vi exactamente lo que esperaba: estaba repleto de ropa femenina y diminuta para mi figura,  pertenecía a una mujer pequeña, pero ¿Quién era ella? Todo resultaba extraño.  Seguí recorriendo, me dirigí al baño, la tabla del inodoro baja. Como a mí me gustaba. ¿Como a mí me gustaba? ¿Desde cuándo? No lo sabía.
Decidí bañarme, así que abrí la ducha y entré bajo la lluvia. Tomé el jabón y comencé a pasarlo por mi cuerpo, experimentando con éste  cada milímetro, cada capullo que formaba mi piel. Continué deslizando las burbujas por debajo de mis caderas, era una sensación relajante que permitía aclarar mis pensamientos. Me encontré con aquello que parecía sobrar, que reconocía como nuevo, o más bien que me parecía tan ajeno, la única parte de mí que parecía estar fuera de lugar. De dónde provenía esa sensación, era igual a las otras tantas cosas, desconocido para mí.
Entré en pánico y quise salir rápidamente de la ducha, lo cual fue una mala idea ya que me tropecé y me dí directamente la frente contra el espejo del baño. El líquido rojo espeso comenzó a correr bajando por mi cara, abrí sin muchas vueltas el pequeño armario sobre el lavamanos del cual cayeron pastillas, medicamentos, apósitos y lo más extraño de todo un pote de cera. Ya  no interesaba la herida en  mi frente, hui de aquel infierno y sin poder esperar más me eché a llorar en el frío piso de mármol.
Esto no podía estar ocurriendo. No podía ocurrir.
Abrí cajas, armarios, estantes y la que debía ser mi mesita de luz,  lo que encontré fue un pequeño cuaderno de tapa dura sobre esta. Lo abrí y en la primera hoja decía “Andrea O.”, de nuevo ella, invadiendo todo. Que se fuera, eso quería, que se fuera y me dejara vivir en paz, que las cosas resultaran normales, recordar todo, encontrarle sentido a ese lugar y a mi.
Andrea.
Despacio, fije mi mirada en el vidrio de la ventana, primera vez que miraba hacia afuera. Vi mi reflejo en el vidrio, de pronto, todo pareció más claro. Me vi en las fotos, en la ropa, en los espejos, me vi sin dudar un segundo quién era.

Andrea.    

3 comentarios:

  1. lástima que me habían adelantado de qué se trataba, porque está bueno. Además con el nombre que tiene, hay que ser muy nabo/a para no darse cuenta jaja, me gustó gustó.

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  2. Excelente título y muy buen comienzo; sin embargo, dado que el intercambio de cuerpos no es una idea original, se torna previsible.
    rever cómo va descubriéndose a través de la exploración de su propio cuerpo, porque no es creíble cuánto se demora y en el momento en que se sorprende.
    Muy bien escrito.
    Buen trabajo: 8

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