Fue en 1925. Tenía 22 años. Era domingo, el segundo día del
fin de semana. No había nada para hacer
así que me contacté con mis tres mejores amigos, de los cuales dos eran
gemelos, para ir a la feria que se había instalado en la ciudad. Vivíamos todos en Évora. En la
localidad de Cidadescura. No era normal que pasaran cosas que llamaran la
atención y la llegada de la feria a la ciudad era algo novedoso. Los cuatro nos
encontramos ya en el lugar, para no perdernos. Entramos y vimos una gran
cantidad de cosas muy llamativas. Vendían mascotas, adornos de metal para el
hogar, platos, vasijas, joyas, collares, anillos. No había dos puestos en los
que se vendiera lo mismo. Cuando dieron las cuatro, encontramos un puesto donde
había una vieja arrugada, con una nariz ancha y grande con un lunar horrible,
labios finos, pelo castaño casi negro. Llevaba puesta una túnica azul marino y
un pañuelo rojo con lunares blancos en la cabeza. Tenía la vista perdida. Nos
quedamos mirándola un instante, pero como no reaccionó de ninguna manera frente
a nuestras miradas decidimos irnos. Apenas me di vuelta, la señora gritó algo
en un idioma desconocido para nosotros. Todos volvimos la mirada hacia ella que
seguía gritando hasta que nos acercamos a su puesto. Fue entonces cuando se
quedó callada unos segundos al ver nuestra cara de perplejidad e intentó hablar
en nuestro idioma. Tuvimos que pedirle que repitiera lo que decía varias veces
hasta que por fin entendimos que nos estaba ofreciendo pintarnos un cuadro de
los cuatro. No encontrábamos razón alguna para negarnos así que accedimos. La
mujer terminó el cuadro a eso de las ocho, me preguntó mi nombre y cuando se lo
dije agregó al pie del cuadro una frase: “Para Berdel Somaôs y amigos”. Había
oscurecido y casi todos los puestos estaban cerrando y guardando sus cosas para
irse de la ciudad el lunes. Antes de irnos, vi que había algo escrito en el
puesto de la señora del cuadro y le pregunté qué decía. Ella respondió que
decía “Rumaní, la gitana, artes y demás”. Fue raro fue mirar la cara de la
creadora de nuestro cuadro, se quedó mirándome con un aspecto sombrío, con una
sonrisa leve y los ojos abiertos, como riéndose de mí. Ya fuera de la feria,
jugamos un “piedra, papel, o tijera” para ver quién se quedaba con la pintura y
terminé ganando yo. Llegué a casa luego de ese largo día, colgué el cuadro al
lado de la cama y me acosté.
Desperté agitado al día siguiente, a las 8. Miré el
cuadro, ahí estábamos nosotros, los 4
amigos que se conocían desde la infancia. Salí de la cama y fui a lavarme la cara
y los dientes para luego ir al trabajo.
En el camino me crucé a uno de mis amigos que estaba en el cuadro y lo noté
medio cansado. Dijo que no había podido dormir bien y no sabía por qué. Me
pareció bastante raro. Pero dejamos la conversación ahí porque estaba llegando
tarde a trabajo. Ese día llegué tarde a casa así que llegué y me fui directo a
la cama.
Me desperté cansado a las 8 del martes. Miré el cuadro, ahí
estábamos nosotros, los 4 amigos que se conocían desde la infancia. Todos
sonriendo, felices, pero había algo que no cuadraba en esa imagen. No conseguía
distinguir qué era, pero sabía que algo no estaba como el día anterior. No le
di mucha importancia, salí de la cama y fui a lavarme la cara y los dientes
para luego ir al trabajo. En el camino me crucé nuevamente con mi amigo. Me
dijo que esta vez había dormido menos que el día anterior. En el trabajo sentía
que todos me miraban y al final del día uno solo fue el que se atrevió a
acercarse y decirme que tenía la camisa manchada. Llegué a casa temprano. La mancha
era sólo café. Intenté lavarla pero no salía así que la tiré toda mojada a un
lado de la cama, cené y me fui a dormir.
Miércoles a las 8. Desperté adolorido. Miré el cuadro, ahí
estábamos nosotros. Los cuatro amigos que se conocían desde la infancia… No. Sólo
habían 3, el lugar que ocupaba el que faltaba ahora estaba ocupado por los
otros 3. Era como si él no hubiese estado nunca el día que pintaron el cuadro.
Y no sólo eso, había algo más en el cuadro que no era normal, pero no lograba
encontrar qué. Salí de la cama, me lavé la cara y los dientes para luego ir a
trabajar. Antes de salir de casa levanté la camisa que había dejado en el piso
pero ya no era una mancha de café la que tenía en la espalda: La camisa tenía
una macha roja en lugar de café y también tenía unas cuantas gotas rojizas en
la manga. En el camino no me encontré a mi amigo. Pensé que quizás había ido a
su trabajo por algún otro camino, Cidadescura era grande. De todas formas, salí
temprano del trabajo porque quería contarle lo sucedido. Llegué a su casa y
cuando toqué la puerta me atendió no él, sino otro amigo, uno de los gemelos.
Le pregunté qué hacía ahí y dónde estaba el otro pero me miro con extrañeza y
me dijo que él siempre había vivido ahí con su mujer. Eso me pareció muy raro
ya que él siempre había sido soltero. Cuando salió la mujer a ver quién había
tocado la puerta me encontré cara a cara con la mujer de mi amigo desaparecido.
Me llevé tal impacto que me fui de allí y me dirigí a la casa de los padres del
pobre hombre que nadie recordaba pero recibí una sorpresa cuando los padres
tampoco se acordaban de él. Estuve por
toda Évora intentando encontrar a mi amigo pero finalmente me rendí y me fui a
casa.
Jueves a las 8 de la mañana. Desperté, miré el cuadro, ahí
ya no estábamos nosotros. Estaba sólo yo. Prácticamente salté de la cama para
mirar de cerca el cuadro. Algo tenía yo. Fue todo lo que pude comprender porque
yo era el único que estaba ahí. Además, mi camisa manchada increíblemente
estaba también dentro del cuadro. Perfectamente pintada, con las manchas rojas.
En vez de ir al trabajo fui a averiguar a dónde se había ido la feria en la
semana y dos mendigos me dijeron que se habían ido a Madrid. Compré un pasaje
en tren a España, hice dos maletas, guardé el cuadro y partí. Llegué en menos
de 8 horas. Según los mendigos la feria estaba en Sevilla así que tuve unos
días de viaje.
Encontré la feria el sábado, seis días después del comienzo
de todo. Busqué por todos lados a la gitana hasta que la encontré. Fui
directamente y la llené de preguntas hasta que me dijo que me calmara. Me
sorprendió cómo aprendió mi idioma en una semana y le pregunté cómo lo había
hecho. Ella me respondió que se llamaba Calé. Era la gemela de Rumaní y ahora
ella estaba en Ucrania. Le conté lo sucedido. Según Calé, su hermana siempre
estuvo loca, que disfruta su vida haciendo desgraciadas a las personas. No
sabía qué le había hecho Rumaní a mi cuadro así que me dio la dirección de su
casa para que la buscara.
Buscarla fue toda una odisea. Estuve cuatro semanas viajando
por Europa. Conocí varias ciudades importantes hasta que por fin llegué a Kiev,
capital de Ucrania. Fui hasta la casa de la gitana. Allí estaba, en la puerta. Al verme, me
sonrió, abrió la puerta e hizo una seña para que entrara. Estuvimos hablando
poco tiempo. Resultó ser que ella sólo hizo una especie de ritual gitano para
que la gente se olvidara de los pintados a medida que pasara el tiempo, y luego
desaparecerá su familia. Sólo se salvaba el dueño del cuadro, o sea, yo. No
tenía respuesta al por qué mis amigos desaparecían así que hice nuevamente un
viaje de cuatro meses para volver a Évora. Llegué a casa luego de 2 meses de
estar afuera, y noté un olor peculiar. Parecía olor a podrido. Busqué por todos
lados y encontré en el baño un par de baldosas sueltas y al lado una pala.
Supuse que de ahí venía el olor porque era el lugar donde se notaba más fuerte.
Saqué las baldosas y comencé a excavar. Estuve 80 minutos tratando de encontrar
qué era lo que emanaba ese horrible olor. Finalmente, noté con la pala algo
duro bajo la tierra. Continué excavando y encontré los tres cuerpos de mis
mejores amigos. Los tres muertos, con la misma ropa que tenían en el cuadro.
Había una nota que decía “Sólo un Berdel Somaôs”. Fue extraño, me dio
escalofríos, no lograba entender por qué decía “Sólo un” antes de mi nombre en
la nota. Llevé los cuerpos hasta mi jardín y allí los enterré. Luego, colgué el
cuadro al lado de mi cama, lo estuve mirando un rato antes de dormir, pero no
notaba qué le faltaba. Lo único que pude distinguir fue mi figura más
iluminada. Al final, decidí dormirme.
Esta vez no desperté a las 8. Sino a mitad de la noche,
sentía una pequeña brisa proveniente de la ventana, lo que era raro porque la
había cerrado antes acostarme. Escuchaba pasos cerca de las paredes. Todo
estaba oscuro. No podía ver quién estaba allí, acercándose. Sentí algo cerca de
mío, muy cerca de mí. No lo distinguí hasta recién tenerlo frente a mi cara. No
era una persona. Era una figura oscura. Una punta filosa comenzó a cortarme el
pecho. Entonces lo entendí todo. Miré la ventana, estaba rota por la mitad y
sus pedazos habían caído al suelo. Miré del otro lado, el cuadro, estaba yo
parado, ya no estaba sonriendo, ahora estaba sangrando en el pecho y todavía le
faltaba algo. Pese a toda la iluminación, mi figura no tenía sombra. Poco a poco el vidrio iba incrustándose más y
más dentro de mi pecho hasta que lo retiró y me tocó la herida con su mano oscura,
hasta llegar al corazón. Poco a poco se fue apagando todo, a la vez que él
absorbía mi imagen. Lo único que pude hacer en el momento fue mirarme la mano,
ya no estaba, ahora era una figura oscura, que desaparecía frente a la poca luz
que entraba de la calle. Comprendí que era demasiado tarde para hacer cualquier
cosa y dejé transformarme en una sombra. Pensé que iba a saludar a la muerta
como una vieja amiga, pero, lejos de eso, terminé atrás de una figura igual a
la mía, mirando desde un marco cómo me acostaba en mi cama, para dormir y despertar
a las 8, para mirar el cuadro, levantarme, lavarme la cara, los dientes y luego
ir al trabajo.
Entre el inicio y el desenlace hay tantos caminos que toma la historia que no se entiende qué tiene que ver la transformación en sombra con la maldición de la gitana. Si todo conduce al final, ¿cómo se explica en este caso tal cambio de rumbo? A esta altura, todo el periplo que hace tras la gitana resulta inútil.
ResponderEliminarLas reacciones del protagonista no resultan muy creíbles y no se justifica su resignación frente a lo que le va pasando.
Rever puntuación y tiempos verbales.
El cuento puede mejorar muchísimo si eligen una línea argumental y la sostienen: 6