Me desperté, miré el reloj y las agujas
marcaban las once. Me sorprendí, era más temprano de lo habitual. Estaba
bajando las escaleras como todos los días, se escuchaba la misma canción de
siempre, decía: “La era esta pariendo un corazón, no puede más se muere de
dolor, hay que quemar el cielo si es preciso” pero nunca terminaba de
comprender su significado. En ese momento irrumpió una voz, era mi padrastro
desde su cuarto y noté que estaba discutiendo con mi madre, me acerqué a la
puerta rápidamente y solo llegue a escucharlo decir “No te arriesgues tanto
porque te vas a arrepentir”. Desconcertado, tomé mis cosas para el colegio y partí
hacia allá, las calles estaban casi deshabitadas a diferencia de todos los
días, de todas formas nunca había salido tan temprano. Llegué a la escuela, me
puse a hablar con mi mejor amiga y le quise contar todo lo que había pasado
pero no pude. Las horas pasaron y era momento de volver a casa, necesitaba
saber que había ocurrido. Cuando estaba a punto de salir del colegio uno de mis
profesores, que jamás había visto, se me acercó y me dijo que podía contar con
él por si buscaba hablar con alguien y se fue. Me pareció raro porque era como
si me leyera la mente y supiera que necesitaba descargarme con alguien para
sacarme la duda que tenía.
Eran las seis y media, de noche algo normal en esta
época y otra vez lo mismo que al mediodía, había poca gente en la calle pero no
me quedé pensando ya que lo único que quería era sacarme las dudas. Llegué a mi
casa y noté que la puerta estaba abierta. Entre rápidamente y encontré todo
destruido como si la casa estuviera dada vuelta, la pequeña biblioteca
destruida incluyendo el libro de Rodolfo Walsh que a mi mamá le gustaba mucho,
el cuadro de León Ferrari partido en treinta mil pedazos, busque a mi madre
pero no la encontré, lo mismo pasó con mi padrastro. Sentía muchas cosas en ese
momento, estaba asustado, dolido, con muchas preguntas pero con ninguna
respuesta, fue como si el cielo se los hubiera llevado.
Más
tarde dos policías llegaron a mi casa, ya los conocía, solían patrullar por
esta zona. Uno de ellos me dijo de forma violenta que debía salir de la casa
sin hacer preguntas y acompañarlo a la comisaría. El otro, en cambio, me dijo
amablemente que era conveniente que los acompañe para tratar algunos temas. Eso
me confundió un poco, pero pensé que podían darme respuestas, así que fui con
ellos. Fue allí que me comunicaron que tenían posibles pruebas de que mi
padrastro había asesinado a mi madre y que ya lo estaban buscando para
investigarlo. Pero se había marchado de la ciudad. Tal vez eso hubiera
contestado mi pregunta anterior, pero había algo que no me cerraba del todo. No
entendía porque mi padrastro haría algo como eso, la duda me estaba matando y la
policía no me dio más respuestas. Por eso tomé una decisión, empezar a
investigar por mi propia cuenta.
Al día siguiente fui con la abuela a la costanera a
tirar las cenizas de mi madre, curiosamente ningún pariente se acercó. Fue un momento
muy triste, ambos lloramos y nos despedimos con un gran recuerdo de ella.
Debí quedarme en lo de mi abuela, era el mejor lugar
para esta situación. Comencé con mi investigación la mañana siguiente haciéndole
algunas preguntas a la abuela, a las cuales solo contestaba: “ella se lo buscó”.
Parecía como si nunca hubiera compartido algo con ella, pero lo más curioso fue
que ese mismo día, a la noche con cuidado de que no la vea, se puso a escuchar
la misma canción que mi madre todas las mañanas. Eso me generó más confusión,
era como tener dos abuelas una de día y otra de noche.
Esperé hasta
el domingo para ir a misa y poder hablar con el padre. Mi madre era mucho de ir
a confesarse a la iglesia, así que antes de que empezara la ceremonia religiosa
pasé al confesionario y le conté todo lo que me había pasado. Era tal vez la
persona en la que más podía confiar, sacando a mi amiga y a mi abuela, aunque
mi madre me había dicho que en estos tiempos no se puede confiar en nadie. Las
palabras del cura no me tranquilizaron, sabía lo mismo que los policías pero
algo en su tono estaba distinto, no parecía él.
En el camino de regreso me puse a pensar, ya no
sabía en quien confiar ni que creer. Por un momento pensé en mi amiga, pero
ella no iba a poder hacer más que acompañarme, y en el profesor que se había
mostrado amable, pero este no me inspiraba confianza.
Al día siguiente, fui al colegio, me reencontré con
mi amiga que se mostró muy preocupada por mí y le conté lo que me había
sucedido. El resto de la jornada escolar fue tranquila, se ausentaron dos
profesores y salimos temprano. Una vez afuera decidí dar un paseo por la
costanera porque era un lugar muy especial, para sentirme más cerca y recordar
algunos momentos junto a ella. De pronto en el cielo, logré ver un hermoso
arcoíris y escuché detrás de mí la voz de mi madre. Me di vuelta y estaba ahí,
llamándome, no pude evitar llorar, ella tampoco. Fui corriendo a abrazarla, me
dijo que me amaba y que me quede tranquilo, que se encontraba bien. No tenía que
decirle nada a nadie, ella no podía aparecer en ninguna parte. Me explicó que
debía ser paciente y que iba a volver a verla. Yo temblando, mudo, asentí con
la cabeza. Después de eso, dimos no más de cinco pasos y devuelta algo en el
cielo. Pero era una figura más oscura, comenzó a soplar un viento muy fuerte.
Miré hacia arriba un segundo y cuando volví la mirada a donde estaba mi madre
ya no estaba más. Me puse triste porque se había ido pero también feliz ya que
la volvería a ver y podría sacarme todas esas preguntas que tenía en mi cabeza.
No podía aguantar mis ganas de volver a verla, así
que todos los días la esperaba en el mismo lugar donde nos habíamos encontrado.
Empecé a fugarme del colegio, no pasaba por la iglesia, prácticamente ya no
veía a mi amiga, pero mi madre no volvió a aparecer. Días más tarde estaba en
mi casa a punto de partir hacia la costanera, cuando alguien golpeó la puerta.
Era mi amiga que quería hablar conmigo así que le dije que no tenía tiempo.
Ella insistió en que necesitábamos hablar, entonces le dije que me esperara en
la casa hasta que volviera. Ella aceptó desilusionada.
Mi suerte cambió, volví a encontrarme con
mi madre en el lugar de siempre. Le pregunté acerca de lo que había pasado ese día
donde todo dejó de ser lo que era, pero ella no quería hablar del tema, sentí
como si tampoco supiera lo que pasó ese día. No me importaba, estaba feliz por
tener a mi madre otra vez y seguramente más adelante lo entendería. Luego de un
rato, ella desapareció como la vez anterior y tuve que emprender la vuelta.
Eran las seis y media, de noche las calles estaban vacías algo que se iba
haciendo habitual en esta época, pero yo no podía dejar de pensar en mi amiga
que estaba esperándome. Cuando llegué a mi casa, noté que la puerta estaba
abierta, entré rápidamente y todo estaba destruido como si hubieran dado vuelta
la casa, busqué a mi abuela y no la encontré y lo mismo pasó con mi amiga. Igual
que la vez anterior, pero ahora entendía el mensaje así que, lo único que hice fue
salir de la casa corriendo lo más rápido posible.
Nadie,
nunca más, volvió a ver al chico, algunos dicen que murió, otros dicen que
sigue hablando solo en la costanera como era su costumbre pero yo creo que mi
mejor amigo salió a quemar el cielo para encontrar sus respuestas aunque esa,
es otra historia.
Es indudable que no improvisaron y eligieron un tema difícil sin quedarse en una resolución previsible. Sin embargo, necesita más trabajo para llegar a ser excelente.
ResponderEliminarRepensar el verosímil, ya que el encadenamiento de los hechos y las rupturas de lógica no resultan creíbles. Del mismo modo el cambio de narrador y el punto de vista.
Se reconocen indicios que crean un universo de pertenencia para el protagonista, mezclados con informantes que insinúan algo más pero no se sabe indicios de qué serían.
Rever uso de puntuación y tiempos verbales.
Buen trabajo:7