Si pienso en libros creo que lo primero que se me viene a la
mente es el desorden de mi cuarto, básicamente porque está lleno de ellos, hay
de muchos tipos y por todos lados, están los que no pude terminar de leer y los
que no empecé, hay algunos de los que ya leí y muchos de los que me da mi
abuela porque dice que “hay algo ahí que seguro me va a gustar”.
Entre el desorden, se encuentra el principito, es uno de los
que más me gustaba cuando era chiquita. En realidad no leía el libro, tenía un
cassette con el libro grabado, así que más que todo me acuerdo de la voz del
lector, aunque cada vez que lo leo me suena diferente. Nunca pude terminar de
escuchar la parte en que la serpiente lo muerde para que pueda regresar a su
planeta.
De cuando tenía como cinco o seis años, también me acuerdo
de “La princesa y el guisante”, que fue el primer libro que leí entero sola,
era enorme para mi…tenía como seis páginas! Hasta tengo presente el momento en
que lo terminé y fui gritando al living que lo había hecho solita.
Creo que es necesario mencionar a María Elena Walsh, que fue
una de las autoras que más leí cuando era chica, aunque nunca les presté mucha
atención a los autores. Tenía un par de ediciones medio arruinadas de “Cuentos
de gulubu” y “Tutú marambá”. Igual, lo que más me gustaba era que me inventaran
historias a partir del personaje de Felipito Tacatun, porque los libros se me
quedaban cortos después de haberlos escuchado tantas veces.
Siempre amé y creo que me va a seguir encantando “Las mil y
una noches”, el librito viejo de mi mamá que tiene los mil y uno, me parecían
geniales las comidas y los títulos de nobleza árabes y toda esa cultura tan
diferente, me encantaban los mercados y que las casas tenían muchos almohadones
y muebles de ebano. También, me interesaban los de caballeros, príncipes y
dragones, aunque entre los libros de mi casa no había muchos, creo que de eso
vi más películas.
En un momento, me fascinaron los policiales y de esos sí que
hay en todos lados, leí de Agatha Christie unos pocos, de Doyle y una seríe que
era de detectives adolescentes que viajaban por la Argentina resolviendo casos.
Además, en ese momento, empecé a aprender inglés y con eso, también a leer un
poco, me costaban bastante pero al final logre entender cómo se resolvían los
casos.
Nunca tuve un autor favorito, aunque le agradezco a muchas
personas por algunas de sus obras, eso también debe ser porque nunca leo mucho
de la misma persona y tampoco me acuerdo de los autores generalmente. Hasta hace poco pensé que tampoco tenía libro
favorito, el último era casi siempre el mejor, pero este verano conocí a “La ladrona de libros” de Mark Zusak (de este si me acuerdo), tarde mucho en
terminarlo y lloré mucho en el proceso. No lo volvería a leer igual, me gusta
como lo recuerdo, me encantaba que tuviera un narrador tan extraño y los puntos
de vista desde los que contaba la historia, me gustaba que los que siempre son
los malos se humanizaran un poco y que naturalizara tanto algunos aspectos de
la vida y la muerte. Es un libro que recomendaría, pero todavía no encontré
alguien que lo pueda apreciar del todo.
Algo que tampoco me pasó nunca fue ser apegada al libro en
sí, hay algunos que los conservo para volver a leer, pero no mucho más. En mi
familia me miran raro cuando digo eso, porque es como un bien preciado es TU
libro, pero de todas formas ni siquiera
necesito comprarlos. Generalmente, los pido prestados o los leo directamente en
las librerías porque tengo bastante tiempo libre que paso en Cabildo esperando
que sea la hora para ir a otro lugar. Un año, devoré toda una saga de mitología
griega sentada en la librería Cúspide de Cabildo y Sucre. No soy muy apegada,
entonces, por eso los presto y los regalo, tengo muchos que todavía no toqué y
siguen apareciendo. Lo que tiene de malo este hábito es que, también, los
subrayo y escribo mucho, con los prestados tengo que escribir las frases en
otro lado y con los míos me arriesgo a que el próximo lector averigüe cuales
fueron mis pensamientos.
En este momento, que trato de recordar mi historia con los
libros, me doy cuenta de cómo fue cambiando todo. Es decir, de chiquita me leía
mi papá haciendo las voces de los personajes y actuando algunas escenas
mientras yo le pedía que lea bien y que deje de hacer tantos chistes, después
empecé a leer sola y me compraron un puff así que me sentaba ahí y leía horas y
horas, desde hace un tiempo a esta parte mis horarios se volvieron más
revueltos creo y ahora uso el bondi como mi nuevo puff, debe ser porque paso
mucho tiempo viajando. Puedo decir que todavía me siento a veces en la cama o
antes de dormir la siesta o al sol, siempre con algo para comer y muchas veces
manchando las páginas. Últimamente, también he leído algunos libros a partir de
un archivo, así en la computadora, a esos los termino rápido porque paso mucho
tiempo frente a la pantalla diariamente y ya es como una costumbre, pero
igualmente me hacen doler la cabeza, así que no es siempre una buena opción.
Me gusta leer, aunque a veces no encuentro qué, otras veces
agarro algo solo porque es muy conocido y no se puede no leer, pero
generalmente esos los dejo, supongo que en un futuro me van a gustar más. En
ocasiones, leo algunas cosas como un reto a mí misma, pero si no es por placer
la mayoría de las veces no funciona, algo así me pasó con “El señor de los
anillos”, con el cual lentamente voy avanzando. Con respecto a este tema en el
colegio, me cuestan mucho los libros que nos dan, con excepción de 1984, creo
que eso me pasa porque no los elijo yo y entonces desde el principio ya los miro
con mala cara. Igual, en particular me parece genial que nos den esta tarea,
aunque me gustaría tomármela diferente y poder disfrutarlos de verdad o tratar
de buscar en ellos algo que me interese.
Al releer todo lo que escribí puedo ver por qué leo, y estoy
segura que es principalmente gracias a mis papás, en casa siempre hubo muchos libros, son una
de las cosas que jamás me negaron comprarme. Tengo recuerdos de todos los
integrantes de mi familia leyendo, en las vacaciones, en el living… Creo que todos
ellos me trasmitieron las cosas increíbles que puedo encontrar en un libro y
por qué puede llegar a ser un placer tan grande.
Lo que leímos, el momento y el lugar en que lo hicimos, el recuerdo de esa lectura, dibuja también la propia historia. Cuando los libros están con nosotros desde la infancia, cuando hemos armado un vínculo amoroso con ellos, sutil manera de reeditar el amor de quienes nos los acercaron, leer es entretenimiento y, además, una tarea fascinante, provocadora, apasionante y, muchas veces, reveladora de nosotros mismos. Paradójicamente, la distracción atrae hacia sí al que quiere alejarse yéndose a ese mundo imaginario, donde termina por encontrarse.
ResponderEliminarGracias por compartir este retacito de tu historia. Nos seguimos leyendo.