domingo, 31 de marzo de 2013

Historias de libros-Emilia Holstein


Si pienso en libros creo que lo primero que se me viene a la mente es el desorden de mi cuarto, básicamente porque está lleno de ellos, hay de muchos tipos y por todos lados, están los que no pude terminar de leer y los que no empecé, hay algunos de los que ya leí y muchos de los que me da mi abuela porque dice que “hay algo ahí que seguro me va a gustar”.
Entre el desorden, se encuentra el principito, es uno de los que más me gustaba cuando era chiquita. En realidad no leía el libro, tenía un cassette con el libro grabado, así que más que todo me acuerdo de la voz del lector, aunque cada vez que lo leo me suena diferente. Nunca pude terminar de escuchar la parte en que la serpiente lo muerde para que pueda regresar a su planeta.
De cuando tenía como cinco o seis años, también me acuerdo de “La princesa y el guisante”, que fue el primer libro que leí entero sola, era enorme para mi…tenía como seis páginas! Hasta tengo presente el momento en que lo terminé y fui gritando al living que lo había hecho solita.
Creo que es necesario mencionar a María Elena Walsh, que fue una de las autoras que más leí cuando era chica, aunque nunca les presté mucha atención a los autores. Tenía un par de ediciones medio arruinadas de “Cuentos de gulubu” y “Tutú marambá”. Igual, lo que más me gustaba era que me inventaran historias a partir del personaje de Felipito Tacatun, porque los libros se me quedaban cortos después de haberlos escuchado tantas veces.
Siempre amé y creo que me va a seguir encantando “Las mil y una noches”, el librito viejo de mi mamá que tiene los mil y uno, me parecían geniales las comidas y los títulos de nobleza árabes y toda esa cultura tan diferente, me encantaban los mercados y que las casas tenían muchos almohadones y muebles de ebano. También, me interesaban los de caballeros, príncipes y dragones, aunque entre los libros de mi casa no había muchos, creo que de eso vi más películas.
En un momento, me fascinaron los policiales y de esos sí que hay en todos lados, leí de Agatha Christie unos pocos, de Doyle y una seríe que era de detectives adolescentes que viajaban por la Argentina resolviendo casos. Además, en ese momento, empecé a aprender inglés y con eso, también a leer un poco, me costaban bastante pero al final logre entender cómo se resolvían los casos.
Nunca tuve un autor favorito, aunque le agradezco a muchas personas por algunas de sus obras, eso también debe ser porque nunca leo mucho de la misma persona y tampoco me acuerdo de los autores generalmente.  Hasta hace poco pensé que tampoco tenía libro favorito, el último era casi siempre el mejor, pero este verano conocí  a “La ladrona de libros” de Mark Zusak  (de este si me acuerdo), tarde mucho en terminarlo y lloré mucho en el proceso. No lo volvería a leer igual, me gusta como lo recuerdo, me encantaba que tuviera un narrador tan extraño y los puntos de vista desde los que contaba la historia, me gustaba que los que siempre son los malos se humanizaran un poco y que naturalizara tanto algunos aspectos de la vida y la muerte. Es un libro que recomendaría, pero todavía no encontré alguien que lo pueda apreciar del todo.
Algo que tampoco me pasó nunca fue ser apegada al libro en sí, hay algunos que los conservo para volver a leer, pero no mucho más. En mi familia me miran raro cuando digo eso, porque es como un bien preciado es TU libro,  pero de todas formas ni siquiera necesito comprarlos. Generalmente, los pido prestados o los leo directamente en las librerías porque tengo bastante tiempo libre que paso en Cabildo esperando que sea la hora para ir a otro lugar. Un año, devoré toda una saga de mitología griega sentada en la librería Cúspide de Cabildo y Sucre. No soy muy apegada, entonces, por eso los presto y los regalo, tengo muchos que todavía no toqué y siguen apareciendo. Lo que tiene de malo este hábito es que, también, los subrayo y escribo mucho, con los prestados tengo que escribir las frases en otro lado y con los míos me arriesgo a que el próximo lector averigüe cuales fueron mis pensamientos.
En este momento, que trato de recordar mi historia con los libros, me doy cuenta de cómo fue cambiando todo. Es decir, de chiquita me leía mi papá haciendo las voces de los personajes y actuando algunas escenas mientras yo le pedía que lea bien y que deje de hacer tantos chistes, después empecé a leer sola y me compraron un puff así que me sentaba ahí y leía horas y horas, desde hace un tiempo a esta parte mis horarios se volvieron más revueltos creo y ahora uso el bondi como mi nuevo puff, debe ser porque paso mucho tiempo viajando. Puedo decir que todavía me siento a veces en la cama o antes de dormir la siesta o al sol, siempre con algo para comer y muchas veces manchando las páginas. Últimamente, también he leído algunos libros a partir de un archivo, así en la computadora, a esos los termino rápido porque paso mucho tiempo frente a la pantalla diariamente y ya es como una costumbre, pero igualmente me hacen doler la cabeza, así que no es siempre una buena opción.
Me gusta leer, aunque a veces no encuentro qué, otras veces agarro algo solo porque es muy conocido y no se puede no leer, pero generalmente esos los dejo, supongo que en un futuro me van a gustar más. En ocasiones, leo algunas cosas como un reto a mí misma, pero si no es por placer la mayoría de las veces no funciona, algo así me pasó con “El señor de los anillos”, con el cual lentamente voy avanzando. Con respecto a este tema en el colegio, me cuestan mucho los libros que nos dan, con excepción de 1984, creo que eso me pasa porque no los elijo yo y entonces desde el principio ya los miro con mala cara. Igual, en particular me parece genial que nos den esta tarea, aunque me gustaría tomármela diferente y poder disfrutarlos de verdad o tratar de buscar en ellos algo que me interese.
Al releer todo lo que escribí puedo ver por qué leo, y estoy segura que es principalmente gracias a mis papás, en casa siempre hubo muchos libros, son una de las cosas que jamás me negaron comprarme. Tengo recuerdos de todos los integrantes de mi familia leyendo, en las vacaciones, en el living… Creo que todos ellos me trasmitieron las cosas increíbles que puedo encontrar en un libro y por qué puede llegar a ser un placer tan grande. 


1 comentario:

  1. Lo que leímos, el momento y el lugar en que lo hicimos, el recuerdo de esa lectura, dibuja también la propia historia. Cuando los libros están con nosotros desde la infancia, cuando hemos armado un vínculo amoroso con ellos, sutil manera de reeditar el amor de quienes nos los acercaron, leer es entretenimiento y, además, una tarea fascinante, provocadora, apasionante y, muchas veces, reveladora de nosotros mismos. Paradójicamente, la distracción atrae hacia sí al que quiere alejarse yéndose a ese mundo imaginario, donde termina por encontrarse.
    Gracias por compartir este retacito de tu historia. Nos seguimos leyendo.

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